lunes, febrero 22, 2010

Alejandro Cabrera Finley

Una semana después del fallecimiento de mi hermano y con la cabeza más calmada, creo tener la suficiente serenidad para hacer algún tipo de reflexión relacionada con todo lo que este suceso ha involucrado. 
Hoy 22 de febrero, una semana después del fallecimiento de mi hermano, he ido con mi madre a la oficina del doctor que lo venía tratando; el doctor es un hombre sin emociones, podría decirse que es un hombre de corazón duro, pero seguramente ya está acostumbrado a manejar este tipo de situaciones ominosas que ya los dramas familiares y el dolor de perder a un ser querido le son parte de la rutina, sin embargo creo no equivocarme, que por mas que quiera, no puede ponerse en los zapatos del enfermo o en los de los familiares para poder tener alguna dimensión de lo que significa vivir un drama de estos en carne propia. 
Según el pronóstico del doctor, a mi hermano le pudo haber venido un muy penoso e incierto proceso de lucha contra el mil veces maldito linfoma que pudo haber dejado secuelas permanentes con pocas posibilidades de recuperación para mi hermano. La situación pudo haber llegado a límites penosos para un ser como Alejandro; según el doctor, de haber existido la oportunidad de operar el intestino, pudo haber llegado a un estado demasiado frágil y penoso como para poder augurar una mínima condición de vida que sea digna de tener. 
Sin duda, Alejandro ya estaba cansado y harto de su enfermedad, y no creo equivocarme al afirmar que un empeoramiento de su condición hubiese sido una carga imposible de sobrellevar para el y para mi familia, y hoy se que su muerte ha sido una bendición muy grande para el porque se venían días más oscuros y sombríos sin ninguna garantía de que su condición mejorara sino que sería con la misma reserva e incertidumbre que se maneja en estos casos. 
Mi hermano duró internado un día en la UCI estando sedado y con una legión de medicamentos y sueros ingresando por sus venas para luchar contra el maldito invasor, fue un día que quisiera borrar permanentemente de mi corazón y mi mente; la última visita que le hice fue a eso de las 4:30 pm del lunes y le dije cuanto lo amaba, cuanta falta me hacía, le dí un beso y oré por su recuperación, sin embargo 7 horas después el teléfono sonó interrumpiendo de manera estruendosa el angustioso silencio de la noche, temí lo peor, no alcancé a contestar, esperaba que hubiese sido algún desventurado usuario que se equivocó al marcar el número, pero mis temores se hicieron realidad 10 minutos después; el timbre sonaba y no quería caminar hacia allá temiendo lo peor, mi cuerpo y mis manos temblaban en el corto trayecto de 6 metros, levanté el auricular y me informan que mi hermano acababa de perder la lucha contra el mil veces maldito invasor; fuí a donde mi madre y en un abrazo y un solo llanto, nos abrazamos y lloramos la muerte de mi hermanito, es un momento que a uno lo deja marcado para siempre, y es tan intempestivo que uno no sabe si es verdad o si es mentira.

Hicimos una oración de agradecimiento y pedimos fortaleza al Creador en este aciago momento; unos minutos después bajamos a la clínica con mis tíos y estuve presente en la morgue contemplando el cadáver de mi hermano, su cuerpo estaba aún caliente y con una leve sonrisa en su rostro, no se como rayos me encontraba sereno y tranquilo ante tal panorama, le dí un beso en su frente y le adelanté que ese martes jugaba el Manchester United en la liga de campeones y me reí con el; regresamos a casa de mi tío y tratamos de asimilar el golpe hasta quedar dormidos. Al día siguiente, yendo camino a la morgue y a la funeraria llamé a mi padre quien estaba viajando y le comenté la horrible noticia, estoy seguro que mi padre tuvo el peor viaje de su vida. Afortunadamente las vueltas se pudieron hacer con diligencia y hacia el medio día el cadáver de mi hermano estuvo listo en la sala de velación, no sin antes haber colaborado con el tanatólogo en el acomodamiento y el vestido de mi hermano; es un proceso curioso aunque vuelvo y repito, no se como en esos momentos que nadie quiere estar, me encontraba sereno y extrañamente contento con la suerte que corrió mi hermano. La última muda de ropa que llevó puesta mi hermano era una camisa de cuadros verde, un jean y unas medias que solíamos rotarnos, ya que somos de la misma estatura y casi la misma talla.

Desde el mediodía hasta la media noche del martes fue el velorio; la sala de velación estuvo completamente abarrotada de gente conocida y gente desconocida; yo no quería que en el funeral de mi hermano hubiese música lacrimógena que alimenta la nostalgia y la tristeza, sin embargo en horas nocturnas llegó alguien a darle una serenata al más rancio estilo católico, pero era un detalle de una persona cercana a mi hermano y hubiese sido un acto grosero pedirle que se callara. 
Decenas de personas fueron a saludarnos y a darnos sus condolencias, sin contar con las innumerables llamadas que recibimos de personas que jamás pensamos que nos estimaban; fue una reunión donde viejos amigos se reencontraron y donde muchos más se hicieron amigos, después de todo no fue un velorio deprimente o del estilo que uno sale con ganas de colgar un lazo en el techo y colgarse, aún en medio del dolor, había un ambiente de cordialidad y amabilidad entre los asistentes... fue un largo y pesado día en el que el agotamiento físico y mental fue extenuante y en el que yo me encontraba demasiado tranquilo para esa situación; sin embargo esa noche a solas en mi cuarto fue supremamente dolorosa y no pude contener más el llanto y la tristeza, preferí desahogarme a solas que en presencia de mis padres porque soy consciente que ellos me necesitan como su apoyo y su polo a tierra, gran parte de la responsabilidad para que como familia superemos el dolor recae sobre mí y se que no puedo hacerlo solo, necesito la fuerza espiritual que puedo encontrar en Jesús, el apoyo emocional que encuentro en mis amigos y familiares y la Gracia de Dios para remontar la adversidad y sobreponernos ante esta incomparable pérdida para salir adelante y traer alegrías que en alguna forma compensarán el dolor de mi familia.

Al día siguiente tuvimos la ceremonia en la iglesia. Yo francamente no quería que la ceremonia sea hecha en una atmósfera de tristeza y una superlativa nostalgia; quería darle el toque personal de mi hermano, quería poner su música, quería que fuera diferente, hasta irreverente, eso me tenía ansioso y nervioso, sin embargo la ceremonia en la iglesia fue algo maravillosamente liberador y sublime; las canciones fueron sencillas y hermosas, las palabras del pastor fueron lacónicas y consoladoras, el auditorio estaba repleto y muchas oraciones que hice fueron respondidas en ese día; sin embargo el día tendría una carga emotiva muy grande cuando me tocó leer el discurso que preparé en horas de la mañana; no se como rayos logré articular las ideas y las oraciones en el papel para poder hablar algo medianamente coherente en un momento de tanta emoción como ese, sin embargo en medio del llanto y con la voz y el corazón quebrados pude leer el discurso en dedicatoria de mi hermano, después vimos el homenaje a Alejandro con música de U2, su grupo favorito y  con sus fotografías, ese momento fue donde más patente se hizo la ausencia de mi hermano y donde al mismo tiempo pude liberar tanta presión que tenía en mi mente y en mi corazón, a partir de ahí, me encontraba mucho mas tranquilo y mis padres también; partimos hacia el crematorio en una caravana un tanto lenta pero con mucha gente que nos acompañó a despedir su cuerpo antes de una breve oración final en la que todos tomados de las manos y abrazados, dimos gracias a Dios por Alejandro y lo despedimos con un aplauso celebrando la vida y el legado que deja mi hermano en nuestros corazones. 

Aún no se cuan privilegiada fue mi familia al ser depositarios de ese ser lleno de luz y de inocencia que era mi hermano.

Pero a pesar de todo este proceso doloroso en el que uno se cuestiona hasta la mismísima naturaleza de la mas irrelevante estupidez, puedo decir que desde que supe que mi hermano murió, mi corazón tiene la total certeza que el se marchó a la morada prometida por Jesús; mi mente se llena de preguntas sobre que estaba viendo mi hermano mientras estaba en la UCI, ¿me habrá visto y habrá visto su cuerpo acostado y entubado? ¿habrá querido decirme algo? ¿tuvo una visión de Dios? ¿vio el famoso túnel? ¿habrá escuchado mis palabras?...lo ignoro aunque se que algún día me tocará estar resolviendo esa incógnita espero fuera de una clínica del pésimo sistema de salud colombiano... hoy se que mi hermano se encuentra en el paraíso disfrutando de la presencia de Dios y de una alegría y una paz que jamás de los jamases se podrá experimentar alguna vez en la tierra, y no digo esto porque sea mi hermano o porque "todo muerto fue bueno"; lo digo porque mi hermano fue un ejemplo de coherencia entre su fe y su accionar, lo digo porque pude atestiguar la seriedad con la que su relación con Dios fue vivida, escuché sus oraciones y creo decir sin temor a equivocarme que pocos harían tal clase de oraciones, jamás mi hermano estuvo renegando de Dios aún estando en momentos sombríos como los que vivió, creo que eso es vivir por fe y tengo total confianza en que la promesa de que "el justo vivirá por la fe" es una realidad en el caso de Alejandro, por lo cual, su muerte no es en ningún momento un luto o un cántico de desesperanza y resignación a la desgracia; no, la muerte de mi hermano es un motivo para celebrar la vida, las cosas sencillas, la risa, los animales, el amor, la fe, la ternura, los sueños, los paisajes, la amistad, la tenacidad y el riesgo de apostar por Jesucristo y su propuesta.

Por eso mi corazón encuentra paz y sosiego respecto de la muerte de Alejandro, no niego que aún existan capas de dolores y lágrimas por su partida, no soy un ser sin emociones, me duele en el alma que haya muerto como víctima de un maldito linfoma y la mil veces desgraciada burocracia con la que funciona este país del tercer mundo, no niego que me sobran ganas de darle una patada en la cara a los estúpidos diseñadores del estado burócrata que tiene muchas muertes a cuestas de un sello, una firma, la patética arrogancia de un celador analfabeta, el período menstrual de la secretaria o la mayúscula ineptitud e incompetencia de sus funcionarios y mandos medios, me declaro abierto opositor a ese estado paquidérmico e indolente que es ágil como el leopardo para cobrar las cotizaciones y aportes pero es lento y baboso como el caracol para atender a los usuarios, espero jamás volver a ese lugar donde el dolor y la ineptitud se conjugan en una miserable cofradía comercial que rinde honores al ángel de la muerte, espero que miles de pacientes y familiares que están atrapados en ese laberinto de incompetencia e intereses comerciales puedan salir adelante con sus tratamientos y superar la desgracia de enfermarse en Colombia, pues cosas como estas hacen que uno sienta asco de declarar lealtad a un sistema estatal que cuida los intereses de unos pocos cacaos y que hace que la masa reclame los cadáveres en la morgue y con rapidez para dar turno al siguiente desventurado en la fila. 

Menos mal mi hermano ya se liberó de esas desgracias burocráticas y biológicas que hicieron que su suerte terminara de manera tranquila con la alegría de que se encuentra en un lugar incomparablemente mejor y con la paz y la alegría en nuestros corazones de haber podido compartir con ese ser lleno de luz, amor y alegría que con su partida hizo que la tierra llorara pero que los cielos se alegraran con su presencia.

Finalmente el domingo 21 de febrero sus cenizas fueron puestas junto con unos arbolitos que sembramos con mi familia y mis amigos en una tarde relajante y tranquilizadora en un lugar maravilloso, puedo decir que Alejandro hoy tiene una vista maravillosa y nos regaló un paseo liberador de toneladas de estrés y cansancio mental que acumulamos en la semana mas negra de nuestras vidas, y se fue, dejando un vacío insustituible en mi corazón pero con la certeza de que me encontraré nuevamente con mi hermano de toda la vida.